El cultivo del olivo en Aragón se inicia con la civilización romana, y posteriormente con la árabe. Ya en la edad media se quiso fomentar el cultivo de la aceituna estableciéndose que los Ayuntamientos tenían que pagar un Real de Vellón por cada olivo plantado, y así se fueron extendiendo las plantaciones.
Para la obtención del aceite se utilizaron molinos árabes de piedra y tracción animal y separando aceite y aguas de vegetación con típicos decantadores.
Los aceites del Bajo Aragón tienen un característico color amarillo dorado y con un gusto frutado y ligeramente dulce.